Abordar las profundas desigualdades en las economías avanzadas, garantizar el acceso a recursos críticos y a las cadenas de suministro, mantener capacidades de defensa creíbles y responder al declive demográfico, todo ello mientras aumentan las tensiones en torno a la inmigración, pondrá a prueba tanto a los gobiernos como a los mercados.
Al mismo tiempo, los responsables de las políticas económicas y los inversores deben aprovechar las oportunidades que ofrece la revolución de la IA mientras se preparan para afrontar la presión que esta ejercerá sobre los sistemas energéticos y las redes eléctricas. Este es el telón de fondo del escenario en el que se tomarán las decisiones en 2026, un contexto que exige una lectura precisa de los mercados.
Estos retos impulsarán a los gobiernos, a los bancos centrales y a los inversores institucionales hacia una coordinación más deliberada. Es probable que surja una forma más amplia de capitalismo de Estado, donde el capital y las políticas estén cada vez más orientados hacia los objetivos estratégicos nacionales.
Algunas preocupaciones de larga data podrían quedar relegadas a un segundo plano a medida que las presiones estructurales inmediatas cobran protagonismo. Los déficits fiscales y el aumento de la deuda pública, por ejemplo, corren el riesgo de perder nuevamente prioridad, pese a sus consecuencias a largo plazo y al impacto a corto plazo sobre la financiación del sector privado. Por el contrario, los sectores alineados con prioridades estratégicas atraerán capital, apoyo político y un impulso regulatorio, convirtiéndose en los principales destinos de los flujos de inversión futuros.
Por ello, adoptar una mentalidad pragmática y basada en la evidencia resulta fundamental. Los filtros ideológicos suelen nublar el juicio, y la claridad surge de centrarse en aquello que puede medirse y en lo que ya está en marcha. Si estas cuestiones estructurales no se abordan de manera oportuna, la polarización política se agravará, aumentando la necesidad de ofrecer soluciones creíbles. El panorama para 2026 es, por tanto, el de un optimismo cauto, acompañado de un reconocimiento sin tapujos de la magnitud de la transición que se avecina.
En este contexto, los expertos de Mirabaud han recopilado sus principales perspectivas para el próximo año en el presente folleto. Este comienza con una visión macro de las fuerzas que están dando una nueva forma al entorno de inversión, sigue con una sección estratégica que define el posicionamiento y las temáticas de alta convicción, y concluye con un análisis en profundidad sobre las oportunidades en renta variable, un área esencial para mantener la inversión durante este periodo de cambio estructural.
Si hay un principio que conviene tener siempre presente, es que la diversificación sigue siendo la herramienta más fiable para gestionar el riesgo, especialmente en un momento en el que los cambios estructurales generan tanto oportunidades como incertidumbre.
En caso de que desee profundizar en alguno de estos temas o analizar sus implicaciones para las carteras, no dude en ponerse en contacto con nosotros.
